domingo, 1 de abril de 2012

UNIVERSOS PARALELOS

Hace unos días Pepe Herrero escribió una carta que como un misil virtual-real explosionó el Telecirco. Bueno, mejor dicho en ¡Sálvame! y ahora la cadena intenta, por todos los medios, neutralizar los efectos, negando la mayor.

Lógicamente, las reacciones no se hicieron esperar y el programa donde colabora el receptor de la semillita epistolar se hizo eco de la misma. Y tuvimos que asistir al melodrama que nos quisieron vender el abanderado de la homosexualidad –Jorge Javier Vázquez- y su acólito, Kiko Hernández. No voy a negar la vergüenza ajena que sentí por este par de mentecatos, intentándonos vender la burra de la homofobia. Según en DRAE (traigo aquí la definición porque entiendo que el colaborador cateto no sabe ni lo que es), la definición de este término es la siguiente:

1. f. Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.

Y creo que tanto el universo virtual como el real entendimos perfectamente que en esa carta no se apreciaba esa aversión por ningún lado. Pero una parte de los que en esa cadena trabajan parece que viven en otro universo y nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Ese universo, curiosamente, es el que está en nómina de La fábrica de la Tele y así les va.

Porque la homofobia real, la palpable, la que no es invisible, se vive y se ha vivido hasta sus últimas consecuencias precisamente en ¡Salvame!, donde se despelleja por sistema a un homosexual, simplemente porque estuvo casado con uno de sus colaboradores. Si hablo de Nacho Polo, que es el ejemplo palpable de hasta que punto esta gente es capaz de llegar. Y la excusa es la solidaridad hacia un compañero ¡Manda webos! ¿Os fijásteis la noche del viernes pasado la cara que ponía el de la semillita cuando Víctor Sandoval amenazaba con contar detalles de sus experiencias sexuales? Fue repulsivo, no sólo por lo que ese esperpento es capaz de hacer por un puñado de euros -hasta qué punto se puede perder la dignidad-, sino que esto es jaleado por los colaboradores… ¡Todo sea por la audiencia! Y curiosamente, esa audiencia va bajando, día a día, ya sea en el programa diario o en el de los viernes.

Pero lo triste y lo realmente humillante para el espectador es que día a día es cada vez más consciente de hasta dónde estos que se hacen llamar profesiones de la información y que pretenden ir por la vida vendiéndonos su código de conducta y sus principios se venden por una triste silla, que es lo que realmente pasa. Porque una silla como la de Kiko Hernández no la quiere nadie que se vista por los pies. Otra cosa es que gente de la catadura moral del tipo Rafa Mora o cualquier espécimen que salga de programas como Mujeres, hombres y viceberzas hagan lo que sea por ella, por no hablar de los advenedizos de Antena3 (en este caso, personalizo en ejemplares como la de la vena o la amiga poligrafera de la Pantoja). Pero no todo el mundo es como vosotros, tertulianos de ¡Salvame!, para suerte y disfrute de los espectadores.

Por eso anoche, cuando vi la entrevista que en La Noria hacían a Pepe Herrero la de la vena, la poligrafera y el ridículo de Jimy Jiménez Arnau, no pude sino disfrutar como una enana viendo hasta que punto la desinformación hacía mella en ellos y de cómo Pepe Herrero les ponía entre las cuerdas. ¡Que triste, por favor! Por un lado, la Patiño, intentándonos convencer que ella sale a la arena a matar o a morir con la verdad por delante, ¿a esta mujer nadie le habló de la objetividad del periodismo? ¿tampoco le hablaron de la posibilidad del uso de determinados recursos estilísticos como la ironía o la metáfora para escribir? No, esta claro que no asistió a esas clases. Es más cómodo –que duda cabe- seguir la línea editorial del programa, echarse a la arena y soltar la cantidad de chorradas que no fue capaz de argumentar para ganarse el sueldo que tanto le está costando últimamente. Y la otra, que apenas podía entrar al trapo, porque no sabe, porque a ella la sacan de sus amistades y se pierde en estos mundos arrabaleros en los que se reboza últimamente. De Jiménez Arnau ni me pronuncio ¿para qué?

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